Congregación Betel visita Durazno

¡Metodistas en acción!

La nostalgia mostraba aún sus luces encendidas y el día amanecía nublado y frío. Partimos desde Betel con destino a Durazno, y una parada en Florida nos permitió recargar los termos y probar alguna especialidad local.

En Durazno nos esperaba la hermana Gloria. Al llegar nos comentó que ya no habían más personas evacuadas ni carpas; todos habían regresado a sus hogares; una hermosa noticia que cambiaba nuestros planes.

Habíamos pedido colaboración en lugares que sabíamos, compartían el significado de esta tarea, como la IMU, el Crandon, congregaciones, amigos y familiares.  Dios es generoso y recibimos muchísimas donaciones. Ahora, todo lo que habíamos recibido y clasificado en los bancos de Betel, lo debíamos entregar; era un imperativo moral.  No importaba donde estuvieran, ¡allí iríamos nosotros!

Averiguamos por el barrio más complicado y nombraron “La Bolsa del Gato”.  La sangre Metodista nos empujaba a la acción, sabíamos que la recompensa estaba allí y no en otro lugar. Casitas humildes, mojadas aún por el agua del río, necesidades de todo, ¡tan cerca y tan lejos a la vez!

Nos dijeron que había una canchita de fútbol a unas cuadras del lugar y allí fuimos, buscando “nuestra tierra prometida”, el encuentro que tanto soñamos, la mano del Señor.

El sol comenzó a brillar, el día se tornó hermoso, nos prestaron la canchita y dos contenedores habitualmente vestuarios del baby fútbol, hoy convertidos en nuestra enfermería, nuestro lugar para repartir la ropa, los juguetes, la ropa de cama, los útiles de limpieza, la sopa caliente…

Pero aún faltaba lo principal: los niños, aquellos por quienes estábamos allí, a quienes necesitábamos dar nuestro amor y llevar una palabra de esperanza.

Algunos de nosotros comenzamos a visitar casas, otros parando a cuanta gente pasaba caminando a pie, en bicicleta, en moto para contarles el propósito de nuestro viaje e invitarlos a participar.
Algunos de ellos no tenían lugar para dormir, otros necesitaban abrigo o esperaban su primer alimento del día, ya que los días feriados no abren el comedor, según nos contaron.

El señor que generosamente prestó la cancha fue hasta la radio para avisarle a todo el pueblo que personas de la Iglesia Metodista estaban dando ropa, alimentos y juguetes.

Por momentos dudábamos, por momentos creíamos, por momentos esperábamos, por momentos sentíamos que nuestra fe estaba a prueba. Sabíamos que Dios no nos abandonaría y el milagro de la vida estaba allí. En media hora más de 100 niños participaban de los juegos y actividades que teníamos preparados para ellos, algunos con sus madres, abuelas, hermanas, ¡nuestra alegría desbordaba nuestro corazón!

Entregamos 300 hamburguesas, 30 litros de refresco, 300 alfajores. Un tráiler lleno de ropa, zapatos, juguetes, libros, útiles de limpieza y colchones… repartidos a cada uno de los que esperaban, nadie se fue sin recibir algo que estuviera necesitando.

Conocimos muchas historias… y la hora del regreso se acercaba.
Volvimos a la Iglesia, nuestra casa, y junto al Pastor cantamos, oramos y dimos nuestro testimonio y gratitud a Dios por lo vivido.

Gracias a todos quienes participaron de esta hermosa historia, ¡Dios les bendiga!

Daniel Aniano

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