Los “barra bravas”, sólo una historia

A JSM lo conocimos cuando tenía 49 años, de esto hace 20. Su mujer buscaba ayuda por violencia doméstica, palizas casi diarias y fuertes agresiones a los niños, que eran 5.

JSM era hijo de la empleada doméstica del Señor, un alto funcionario de gobierno. Un día fue a buscar a su mamá al trabajo y el Señor lo vio y le alabó su físico, bien desarrollado para la edad, gracias a los deportes de la placita.

A los pocos días su mamá vino con la noticia de que el Señor lo invitaba a una academia de Boxeo, en la cual él mismo había practicado. No estaba seguro si quería ir, pero su mamá no quería quedar mal con su patrón.

Recibió el equipo como regalo y comenzó el entrenamiento. Descubrió que era muy bueno y los entrenadores le anunciaron que tenía futuro.

Este primer paso lo llevó a una gira por el Interior para competir con jóvenes  valores.

Cuando volvió de la gira el Señor le dijo que lo necesitaba en el auto. El no entendió mucho, pero por las conversaciones que escuchaba de otros acompañantes, supo que la calle estaba difícil, que el Señor tenía enemigos y que ellos estaban para cubrir… El sueldo era bueno.

Lo del auto duró un año y no pasó nada grave, sólo alarmas.

Un día el secretario del Señor le dijo que había sido seleccionado para un entrenamiento con un profesor del Exterior. Le mantenían el sueldo.

El profesor era medio raro, hablaba como un baboso, y nos trataba de convencer que había que defender la Patria, que había gente que quería destruirla. A esos jodidos había que darles con todo. A la parte conversada  siguió la práctica, artes marciales, métodos, uso de algunos instrumentos.

Yo fui bueno en el curso y los instructores me dijeron que tenía futuro.

Cuando terminamos el curso fuimos a diferentes cuarteles. Decían que había guerra, yo no entendía casi nada, sólo que en el barrio habían ido unos cuantos en cana y no eran los mismos atorrantes de siempre.

En el cuartel no sabíamos nada de afuera, andábamos por los sótanos y unos cuartos especiales y hacíamos lo que nos mandaban… no había horarios, estábamos siempre. Cuando salía no sabía donde ir, no quería ver a mi madre.

Nunca más vi al Señor, sólo en los diarios junto a militares que yo no conocía.

Cuando la guerra terminó, me jubilaron, mi madre había muerto. Al tiempo me casé. Mi mujer es trabajador y limpia, cría bien a los gurises, pero es muy mula y contestadora, por eso a veces le doy unos sopapos. Pero ahora le han metido en la cabeza las ideas raras de la violencia de no sé qué… y está más arisca. Quiere que tenga un trabajo en serio.

-¿En qué trabaja?

-Soy barrabrava.

-¿De su club de fútbol?

-No, soy contratado, voy a los partidos junto a los otros y me dan unos pesos. Además uno conoce gente importante, un día de estos sale algo bueno. Mi mujer no entiende nada, dice que es peligroso. Bueno a veces se pone feo, hay locos con armas o cortes o agarran cualquier cosa y te pueden joder la vida. Yo me sé defender y cuando hay que darla dicen que soy el mejor. Soy bueno porque pego con todo sin dejar marcas….

 

Nota aclaratoria: en el relato y los diálogos se ha modificado el vocabulario.

Araceli Ezzatti 

 

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