Credo Social

IGLESIA EVANGÉLICA METODISTA EN EL URUGUAY

CREDO SOCIAL

 

 

I. NUESTRA HERENCIA.

— El interés de la Iglesia Metodista por el bienestar social tiene origen en el evangelio y en la labor de Juan Wesley, quien ministró a las necesidades físicas, intelectuales y sociales del pueblo al cual predicaba el evangelio de la de redención personal.

En nuestra posición histórica hemos tratado de seguir a Cristo en la tarea de armonizar toda la vida con sus actividades, posesiones y relaciones, con la voluntad de Dios.

Como metodistas tenemos la obligación de afirmar nuestra posición en cuanto a las cuestiones sociales y económicas.

 

II. NUESTRA BASE TEOLÓGICA.

— La Iglesia Metodista debe considerar la época actual, con todos sus problemas e interrogantes, a la luz de las enseñanzas de Jesús. Jesús nos enseñó a amar a nuestros prójimos y a buscar la justicia para ellos. Guardar silencio frente a la necesidad, a la injusticia y a la explotación es negarlo a él.

Creemos que Dios es el Padre de todos los pueblos y razas, que Jesucristo es su hijo, y que todos los hombres somos hermanos y que el hombre es de infinito valor como hijo de Dios.

Creemos que «del Señor es la tierra y su plenitud». Nuestras capacidades y todo lo que poseemos son dones del Creador y debiéramos tenerlos y utilizarlos como mayordomos suyos.

Creemos que para el pleno crecimiento de una persona cristiana es esencial la existencia de una sociedad cristiana.

Creemos que el pecado, tanto individual como social, está bajo el juicio de Dios, y que la gracia de Dios en Cristo alcanza para la redención en todas las áreas de la vida cuando penitentes y obedientes procuramos hacer su santa voluntad.

Creemos que todas las personas tienen un valor supremo a los ojos de Dios, y que debieran ser así consideradas por nosotros. Medimos a todas las instituciones y practicas por su efecto sobre las personas. La personalidad está oprimida en muchas partes de la tierra, y nosotros buscamos su emancipación y aquellas cosas que han de enriquecerla y redimirla. Puesto que Jesús murió por la redención de la vida humana, creemos que es nuestro deber vivir para ayudar a salvar al hombre del pecado y de toda influencia que pueda dañarlo o destruirlo.

 

III. DECLARACIÓN DE NUESTRO INTERES SOCIAL.

— Aplicando los principios enunciados, la Iglesia Metodista se pronuncia como sigue:

A. La familia.

Buscamos igualdad de derechos y justicia para todos los hombres; la protección del individuo y la familia por elevadas normas de moral; educación cristiana para el matrimonio, la paternidad y el hogar, vivienda adecuada, la debida reglamentación del matrimonio, y leyes uniformes de divorcio.

Abogamos por la reglamentación del trabajo de la mujer, especialmente de las madres, y por la salvaguardia de su medio ambiente físico y moral; por la abolición del trabajo infantil perjudicial; por la protección, educación, cultura espiritual y recreación sana para todo niño; y por programas religiosos y educativos que aseguren el logro de dichos fines.

B. Vida económica.

1. El cristianismo y el orden económico. Con pleno reconocimiento de nuestra mayordomía ante Dios y la responsabilidad hacia él, abogamos por la adquisición de la propiedad por procedimientos cristianos y por el derecho de propiedad privada. Rehusamos identificar el cristianismo con cualquier sistema económico. Aplicamos a todo orden económico la prueba de los mandamientos de nuestro señor Jesucristo y juzgamos sus prácticas por el evangelio cristiano. Creemos que no sólo es nuestro deber llevar a Cristo al individuo, sino también llevar a la sociedad en la cual vivimos más cerca de la conformidad con las enseñanzas de Cristo. Creemos que el libre modo de vida democrático gobernado por principios cristianos puede traer a la humanidad una sociedad en la cual sea preservada la libertad, establecida la justicia y alcanzada la hermandad. Por consiguiente, nos consagramos a sostener estos valores y a implementar las enseñanzas de Cristo votando según nuestra convicciones cristianas en todas las elecciones, participando en la acción política, ya sea como miembros de partidos o independientemente, y presentando y apoyando candidatos que trasladen nuestras ideas sociales a la realidad social.

2. Pobreza y desocupación. Creemos que el desarrollo económico que hace posible la abundancia para todos nos impone una gran responsabilidad moral ante el hecho de que el desarrollo físico y espiritual de millones de personas en todo el mundo se vea ahora innecesariamente obstaculizado por la pobreza. Por lo tanto, abogamos por la eliminación y prevención de la pobreza en todas partes. Creemos que es nuestro deber de cristiano proporcionar a todos los hombres oportunidad de ganar lo necesario para su sostén adecuado. Puesto que la falta de un trabajo digno tiende a destruir el propio respeto humano, creemos que los obreros deben estar protegidos contra la desocupación forzosa.

3. La riqueza. Reconocemos los peligros de la prosperidad. Nuestro Señor nos ha dicho que no podemos servir a Dios y a las riquezas. Como cristianos debemos examinar celosamente ante Dios nuestras prácticas personales y mercantiles, no sea que involuntariamente adoptemos las normas y suposiciones de una sociedad materialista, con exclusión de nuestra mayordomía cristiana.

Puesto que las iglesias y sus instituciones así como los individuos poseen propiedades, invierten fondos y emplean trabajadores, debe ponerse cuidado en que todas esas relaciones se conformen a las más elevadas normas cristianas. Todo juicio sobre la sociedad debe «empezar en la casa de Dios».

4. Condiciones de trabajo. Nos oponemos a toda forma de inútil desgaste social, económico y moral. Insistimos en la necesidad de proteger al obrero contra las condiciones de trabajo peligrosas y antihigiénicas, así como de las enfermedades profesionales.

Abogamos por horarios de trabajo razonables, por salarios justos, por que el trabajo diario realizado sea el justo equivalente del justo salario cobrado, por condiciones justas de trabajo, por períodos de descanso para los trabajadores, y por una división equitativa del producto de la industria.

5. Beneficios sociales para los trabajadores. Abogamos por alguna forma de seguro para la ancianidad, por el seguro contra accidentes de trabajo, y por una mayor protección contra aquellas condiciones evitables que producen la indigencia.

6. El derecho a organizar acuerdos colectivos de trabajo. Abogamos por el derecho que empleados y empleadores tienen, por igual, de organizarse para realizar acuerdos colectivos; por la protección de ambos en el ejercicio de sus derechos; y por la obligación de ambos de trabajar para el bien público.

7. La vida rural. Reconocernos la significación básica de las zonas rurales en relación con la renovación de la población, los recursos naturales, la vida comunal y la cultura cristiana. El metodismo, debido a su gran feligresía rural y a la extensión mundial de su influencia, debe asumir una posición rectora en el desarrollo de un programa cristiano adecuado en las regiones rurales en todas partes. Este debiera tomar en cuenta a las personas en su relación con Dios, con la tierra y todos los recursos naturales, y con la familia, la iglesia y el bienestar de la comunidad. Creemos que el labrador debe tener oportunidad de obtener una ganancia justa.

8. La vida urbana. Nuestra sociedad se está tornando crecientemente urbana. La ciudad es un centro de poder para bien o para mal, y sus movedizas multitudes necesitan desesperadamente la dirección y el poder sanador de la religión. La iglesia debe reconocer que la ciudad presenta grandes necesidades y ofrece asombrosas oportunidades para la edificación del Reino.

9. La vocación cristiana. Creemos que toda persona adulta debiera estar entregada, en lo posible, a alguna vocación coadyuvante al bien común. Toda vocación de esa índole debiera ser considerada como un llamamiento cristiano, y nuestro trabajo diario como una esfera de servicio a Dios para el avance de su Reino.

C. Intoxicantes y narcóticos. La abstinencia total es la posición histórica de nuestra iglesia. Tratamos de proteger al individuo, el hogar y la sociedad, del despilfarro social, económico y moral de todo tráfico de intoxicantes y drogas formadoras de hábito, y de la invasión del hogar por la propaganda de bebidas alcohólicas. Instamos a un estudio objetivo y científico de los efectos de las bebidas alcohólicas y los narcóticos, y a la utilización y el apoyo de los procesos educativos en la enseñanza de la abstinencia mediante el conocimiento de esos efectos. La iglesia debiera tratar de entender asimismo las causas del alcoholismo y la afición a las drogas, y prestar ayuda a sus víctimas mediante un ministerio fraternal, sanador y redentor.

D. Tratamiento del crimen. Abogamos por la aplicación del principio de redención en el trato que se dé a los transgresores de la ley, a la reforma de los métodos correccionales y penales, y a los procedimientos de los tribunales del crimen. Por esta causa deploramos el empleo de la pena capital.Reconocemos que el crimen, y en modo particular la delincuencia juvenil que conduce al crimen, es a menudo resultado de las malas condiciones sociales. Los ciudadanos cristianos y las iglesias tienen una oportunidad y responsabilidad especiales para crear aquellas condiciones de vida familiar, recreación sana, preparación vocacional asesoramiento personal y ajuste social que contribuyen a la reducción del crimen.

E. Libertad de la discriminación. Abogamos por los derechos de los grupos raciales e insistimos en que los principios sociales, económicos y espirituales presentados en este credo se aplican a todas las razas por igual. Instamos a los individuos cristianos y a las iglesias a hacer un serio examen de sus actitudes y prácticas con respecto a la igualdad y la fraternidad raciales, con la determinación de ajustar la práctica a los ideales cristianos.

F. La guerra y la paz.

1. Principios. Defendemos las siguientes proposiciones: el cristianismo no puede ser nacionalista; debe ser universal en su perspectiva y apelación. La guerra apela a la fuerza y el odio, el cristianismo a la razón y el amor. La Iglesia, por consiguiente, debe apoyar siempre con su influencia todo esfuerzo tendiente a eliminar animosidades y prejuicios contrarios al espíritu y las enseñanzas de Cristo. La conciencia cristiana no se satisface con que se le diga que la guerra es inevitable. Sobrecoge la imaginación el contemplar la posibilidad de otra guerra con sus indecibles horrores, en la cual la ciencia moderna haría posible. la destrucción de poblaciones enteras. Los métodos de Jesús y los métodos de la guerra se mueven en distintas direcciones.

No basta con declarar que la guerra es un mal: debemos crear activa y constantemente las condiciones para la paz. Entre éstas está la promoción del entendimiento, la reconciliación, y la buena voluntad; el alivio del sufrimiento; la elevación de los niveles de vida en todo el mundo; la preocupación por la libertad y el bienestar de los pueblos dependientes y sujetos; la eliminación de las tensiones raciales; el dar todos los pasos posibles hacia el desarme; el estimular y apoyar las pacientes negociaciones de nuestros dirigentes. Estos esfuerzos deben ser considerados como una responsabilidad cristiana personal y respaldados firmemente mediante la oración.

2. Cooperación internacional. Creemos que la Organización de las Naciones Unidas, como instrumento y símbolo de la cooperación internacional, debe recibir nuestro apoyo. Las cuestiones planteadas ante ella merecen nuestro continuo y cuidadoso estudio. En el terreno de las cuestiones internacionales, las Naciones Unidas son nuestra mejor esperanza de paz.

Creemos que la paz mundial progresa mediante las Naciones Unidas y otros organismos internacionales y mediante un empleo más social de nuestros recursos nacionales. A la obra misionera tal como se ha realizado en el pasado, debemos agregar nuevas formas de cooperación social internacional.

3. La conciencia cristiana y la guerra. La Iglesia Metodista, fiel a los principios del Nuevo Testamento, enseña el respeto por las autoridades civiles propiamente constituidas. Estimula el amor a la patria así como el amor a todos los hombres. Creyendo que el gobierno descansa sobre el apoyo de sus ciudadanos conscientes, mantiene dentro de su comunión a aquellos que difieren sinceramente en cuanto a su deber con respecto a la guerra.

Reclamamos la exención por procedimientos legales, de toda forma de servicio o preparación militar para todos los objetores de conciencia por motivos religiosos, así como para aquellos de las iglesias históricamente pacifistas. Reconocemos asimismo el derecho del individuo a responder al llamado de su gobierno según los dictados de su conciencia cristiana. Tanto en una como en otra situación, los miembros de la Iglesia Metodista tienen el respaldo y el apoyo de su iglesia.

G. Libertades y derechos civiles. Abogamos por el reconocimiento y mantenimiento de los derechos y responsabilidades de la libertad de palabra, de reunión y de prensa; y por que se estimule el libre intercambio de las ideas, que es esencial para el descubrimiento de la verdad.

Abogamos por el derecho de todos los individuos y grupos a defender cualquier método pacífico y constitucional para la solución de los problemas que puedan confrontar a la sociedad.

Sostenemos el principio de que toda propuesta semejante debe ser probada a la luz de las enseñanzas de Jesús.

 

IV. NUESTRO MANDATO: LEER, ESTUDIAR, APLICAR.

— Recomendamos que este Credo social sea presentado a nuestras congregaciones, oralmente o en forma impresa, por lo menos una vez al año, y que se hagan frecuentes referencias a él. Recomendamos, además, que en toda iglesia local se cree un comité que estimule el estudio de nuestro Credo social y trate, en todas las formas posibles, de aplicar sus principios.

 

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Montevideo 1982
Depósito Legal No. 183. 815/82