Tiempo para lo importante

Quizás la cuaresma para muchos sea una palabra en desuso o un rito vacío de sentido, abstenerse de comer algún tipo de carne en si no parece ser una práctica relevante para la búsqueda espiritual de muchas personas de nuestro contexto. ¿Cómo podemos resignificar la cuaresma? ¿Cuál sería su sentido original y cómo podemos vivirla hoy?

La Cuaresma viene del latín ‘cuadragésimo día (antes de la Pascua)’ es el tiempo litúrgico del calendario cristiano dedicado a la preparación espiritual de la fiesta de la Pascua. La Cuaresma, cuarenta días evocan la tipología bíblica (los días del diluvio, los de Moisés en el Sinaí, los años de travesía del pueblo de Israel por el desierto, los días de peregrinación de Elías). El número cuarenta nos evoca a un tiempo de cambio y transformación.

La Pascua y por ende la cuaresma tiene mucha relación con el calendario agrícola y el tiempo de renovación de la tierra. Para calcular su celebración se toman en cuenta el calendario solar y lunar en ese sentido, se debe buscar el primer domingo posterior a la primera luna llena de otoño. Una vez encontrada la Pascua, se cuentan cuarenta días antes para fijar el primer día de la Cuaresma, es decir, el correspondiente al llamado «miércoles de ceniza».

En el presente, más que el simple ayuno de comida, muchos comenzamos a pensar en prácticas que afectan áreas más personales de la vida: se trata de ayunar de la comodidad, de una vida fácil, del consumismo, de la falta de cuidado por el otro y del entorno.

El tiempo de cuaresma puede ser una oportunidad para personas que se consideren religiosas o no, para prestar atención y tomar conciencia de cómo nos vinculamos con los demás, con nosotros mismos, con el entorno y lo trascendente. Soltar lo que nos aprisiona y esclaviza y dedicar tiempo y atención a las cosas valiosas para la vida.

Y quizás a la luz del texto del evangelio de Mateo 4:1-11, conocido como las tentaciones de Cristo, nos invita a pensar en ayunar del poder, la autocomplacencia y la gloria, ayunar de egoísmo, de querer quitarme la responsabilidad por mí vida y la de mi prójimo.

Quizás hoy el ayuno que nos permite crecer y profundizar como seres humanos es el ayunar de competitividad y beneficios a costa de otros; de las formas de proceder del mundo y de los reinos construidos con la acumulación de bienes a costa de las enormes necesidades de todos los que habitan en la tierra.

Frente al consumo y el mercado que se plantean como una religión y una forma de salvación, debemos estar más atentos y unidos para pensar alternativas que nos permitan generar espacios para la vida. Si no corremos el riesgo de practicar una religiosidad vacía de sentido y ética. En tiempos antiguos ya el profeta Isaías (58:5-11) había denunciado la hipocresía del ritualismo y la falta de amor.

¿Acaso el ayuno que he escogido es solo un día para que el hombre se mortifique?
¿Y solo para que incline la cabeza como un junco, haga duelo y se cubra de ceniza?
¿A eso llaman ustedes día de ayuno y el día aceptable al Señor?
⁶ El ayuno que he escogido, ¿no es más bien romper las cadenas de injusticia
y desatar las correas del yugo, poner en libertad a los oprimidos y romper toda atadura?
⁷ ¿No es acaso el ayuno compartir tu pan con el hambriento y dar refugio a los pobres sin techo,
vestir al desnudo y no dejar de lado a tus semejantes?
⁸ Si así procedes, tu luz despuntará como la aurora, y al instante llegará tu sanidad;
tu justicia te abrirá el camino, y la gloria del Señor te seguirá.
⁹ Llamarás, y el Señor responderá; pedirás ayuda, y él dirá: “¡Aquí estoy!”
Si desechas el yugo de opresión, el dedo acusador y la lengua maliciosa,
¹⁰ si te dedicas a ayudar a los hambrientos y a saciar la necesidad del desvalido,
entonces brillará tu luz en las tinieblas, y como el mediodía será tu noche.
¹¹ El Señor te guiará siempre; te saciará en tierras resecas, y fortalecerá tus huesos.
Serás como jardín bien regado, como manantial cuyas aguas no se agotan.

Isaías 58:5-11

 

Nicolás Iglesias

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